MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
3 de diciembre
La gracia recurrente
---En
la magistral exposición de Romanos, la gracia aparece
mencionada en varias ocasiones. Una vez en el capítulo 3, dos en el capítulo 4,
seis en el capítulo 5, y tres en el capítulo 6.
---Si
pudiésemos trazar una línea entre el antes y el después de la salvación, y
observásemos cuándo necesitamos más de la gracia, nos llevaremos una sorpresa
al constatar que no es antes, sino después cuando más
---Antes
la necesitamos, sin duda, porque en la abundancia de nuestro pecado,
sobreabundó la gracia de Dios para salvarnos. Cuando llegamos al Señor,
estábamos insolventes, miserables, y la gracia nos favoreció sin pedirnos nada
a cambio. Todo eso es la maravillosa gracia de Dios antes de la salvación.
---Pero
es asombroso descubrir que la gracia es aún más abundante después de que ya
fuimos salvos. Romanos nos dice que "por la fe tenemos entrada a esta
gracia en la cual estamos firmes" (5:2). Es decir, hoy, siendo ya salvos,
estamos en la gracia, y por ella estamos firmes. El objetivo de la gracia para
nosotros ahora en nuestra presente condición, es que ella "reine por la
justicia" (5:21), de este modo, los que la reciben abundantemente
"reinarán en vida" (5:17).
---Esto
debe convencernos de que, si hemos de vivir una vida cristiana normal, el
propósito de Dios es que dependamos más de la gracia de Dios que de nosotros
mismos. Claro, dicho esto así, parece una perogrullada; pero no lo es. Si
hiciésemos un recuento de las cosas que hacemos cada día sin depender de la
gracia de Dios, quedaríamos espantados. Nos daríamos cuenta que la gracia es
una mero slogan, una bella doctrina para los días de reunión. Que hacemos casi
todas las cosas por nuestras fuerza, astucia y capacidad, y no por los recursos
divinos.
---El
ejemplo de Cristo dependiendo del Padre para cada cosa, como nos lo muestra el
evangelio de Juan, nos parece casi ridículo. ¿Cómo una persona como él podía
ser tan "inútil" en sí mismo? ¿Cómo no podía tomar sus propias
decisiones, y echar mano a sus propios recursos? ¿Cómo no iba a poder hablar,
enseñar, hacer cosas sin consultar por cada una de ellas al Padre?
---Esa
dependencia del Señor en todo es la actitud que Pablo espera de nosotros,
cuando nos habla tan recurrentemente de la gracia de Dios. Depender de Dios es
depender de la gracia de Dios, es decir, de sus recursos, instrucciones,
voluntad, y palabra. El hacerlo, nos pondría en una expectante situación de ver
milagros cada día, vivir con la certeza de que él estaría involucrado aun en
las más pequeñas cosas. Abriríamos la puerta para que lo divino entrara en el
ámbito de lo doméstico, del agitado vivir de cada día. Caminaríamos, por fin,
como sostenidos por una mano todopoderosa, sin necesidad de echar mano a lo
nuestro.