MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
1 de diciembre
La gracia y la verdad (3)
---Pero
el Evangelio de Juan nos sigue mostrando a Cristo, como la gracia y como la
verdad.
---Cuando
el hijo del oficial del rey se acerca al Señor para pedirle por su hijo, el
Señor le reprocha su necesidad de ver milagros para poder creer. Con ello, el Señor
desnuda las motivaciones, no sólo de este hombre, sino de todos los que se
acercaba a él. ---Las gentes no estaban dispuestos a creer a su palabra, sino
que querían ver milagros y maravillas. Era la triste realidad. Sin embargo, eso
no cerró el corazón del Señor a la tribulación de este hombre, por lo cual sanó
a su hijo.
---Cuando
el Señor se acerca al estanque de Betesda, tenía al
parecer un solo motivo en mente: atender a aquel paralítico que hacía 38 años
estaba postrado. El hombre no había sido sanado, porque no había podido
acercarse al estanque cuando el ángel descendía para sanar. Pero lo que él no
pudo hacer nunca, el Señor lo hace al acercarse a él. Sin embargo, después le
advierte que no debe caer otra vez en pecado, para que no le sobrevenga algo
peor. Es la unión maravillosa de gracia y verdad.
---Cuando
el Señor multiplica los panes y peces entre la multitud hambrienta muestra la
maravillosa gracia de Dios. Pero después, cuando les reprende por buscar
"la comida que perece" y no la comida que "a vida eterna
permanece" está revelándoles el verdadero estado de su corazón, tan humano
e interesado. Es la verdad cruda y sin ambages. Muchos de ellos a partir de
este momento se volvieron atrás.
---En
el episodio con sus hermanos incrédulos –y burlones–
el Señor les deja en claro que ellos desconocen los caminos de Dios, y que
actúan por los impulsos de su propio corazón; pero en seguida les muestra la
gracia cuando Jesús desciende a Jerusalén, donde atiende las necesidades del
pueblo ofreciéndoles el agua de vida.
---Con
la mujer adúltera la gracia llega a alturas inefables, que los hombres son
incapaces de sondear. Junto con ello, la verdad es mostrada a los escribas y
fariseos, hipócritas e inmisericordes, tan pecadores ellos mismos como el que
más. Ellos no podían juzgar con verdad, porque estaban ciegos, y no tenían luz.
Mas cuando se manifiesta la luz de la verdad, entonces
las tinieblas huyen, y la mentira queda al descubierto. Por eso el Señor se
presenta a sí mismo como "la Luz del mundo".
---Los
judíos presumían ser hijos de Abraham, era su gloria y orgullo, sin embargo, el
Señor les muestra que ellos son hijos del diablo. ¡Ay qué dolorosa es la
verdad! Pero ¿qué puede hacerle mejor al hombre que conocerla, para que pueda
proceder así al arrepentimiento?