MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
23 de agosto
Volviendo al principio
Muchos cristianos tienen la esperanza de que
toda la iglesia del Señor vuelva al principio, como fue en la iglesia
primitiva. El Señor nos muestra en las cartas a las iglesias del Apocalipsis,
que en su retorno él encontrará a los cristianos en cuatro situaciones
diferentes: Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea.
El Señor nos hace saber que la iglesia no gozará más de aquella unidad de todos
los cristianos como en el principio. Tanto es así que el Señor llama a
vencedores en cada una de ellas. Él dice: "Al que venciere...".
Por causa de la caída, el Señor nos habla
sobre su restauración, y toda restauración tiene que ser hecha en su totalidad.
Muchos de nosotros hemos restaurado algunas cosas visibles en nuestros medios,
pero el Señor hará una restauración completa de todas las cosas (Hechos 3:21).
Si restauramos hasta el 50 o 70%, esta restauración no estará completa. Esto
nos enseña que el Señor restaurará la expresión más pura de Su comunión con el
hombre en esta tierra: el testimonio del Señor visto en el principio, en la
iglesia primitiva.
La iglesia primitiva es el agua más pura. Es
la expresión más sencilla de la comunión del Señor con el hombre en esta tierra
en tiempos de caída. A aquel Jesús que había sido muerto, Dios lo resucitó y lo
hizo Señor y Cristo. Nunca los hombres habían disfrutado algo tan tremendo: el
Padre y Cristo haciendo morada en ellos por su Espíritu.
Cuando el Señor nos habla en Apocalipsis 1,
versos 17 y 18, que él es el primero, no se está refiriendo al principio de la
creación, sino al principio después de su resurrección. Él dice: "Yo soy
el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que
vivo...". No es por casualidad que el Señor envía a los Efesios la primera
de las cartas a las iglesias del Apocalipsis, para que vuelvan al primer amor.
Allí está el primero, el principio, el Señor Jesucristo mismo, la más pura
expresión de su persona.
Muchos miran a las señales, a las maravillas
y a las obras que hacían los hermanos en la iglesia primitiva, cuando repartían
sus bienes con aquéllos que no tenían; pero este no es el principio, sino
Algunos reclaman que hoy no son vistas las
señales que eran hechas en el principio. Hay un camino necesario para esta
restauración, y aun más excelente, que ha sido enseñado por el Espíritu: Amaos
los unos a los otros. Podemos decir que tenemos todo, pero si no tenemos amor,
nada somos. Somos ciegos, desnudos y miserables, y estamos prontos a ser
vomitados de Su boca. Que nuestro amor no sea de labios como una poesía, ni de
palabras como expresando conocimiento, sino por obras y en verdad.