MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
18 de agosto
Desatando al pollino
El Señor está viviendo sus últimos días
como siervo en
¡Es tan curioso y aleccionador el hecho que
el Señor haya necesitado de un pollino! Por unas horas, ese animal "hijo
de animal de carga" cumplió una función importante en el ministerio del
Señor. ¡Jesús necesitó de un pollino! Un animal común y sin atractivo alguno.
Un animal que ningún general hubiera usado para una revista militar, fue
requerido por el Señor de los señores.
Este pollino tenía, además, toda la pujanza
y el brío del que nunca había sido montado. Pudo haber resistido. Pero él se
dejó llevar, y aceptó. Toda su belicosidad desapareció al sentir al Señor sobre
sus lomos. La criatura reconoció a su Creador y se inclinó, dócil, ante él.
Nosotros tenemos más de alguna semejanza con
este pollino. Al igual que él, somos hijos de animal de carga, pues procedemos
de una raza caída, cansada y trabajada, sin horizonte, pues el pecado nos
separó de Dios. Al igual que él, también estuvimos mucho tiempo atados, sin
ninguna posibilidad de prestar servicio alguno, ni menos ser considerados para
servir a Dios.
Sin embargo, el Señor un día dijo:
"Desatad el pollino", y luego agregó: "Decid que el Señor lo
necesita". Esas palabras no sólo fueron dichas para referirse a aquél
pollino: también nos alcanzaron a nosotros, y entonces quedamos libres. ¡Qué
honra más grande! Tan insólito es que podamos servirle como insólito fue el que
un pollino pudiera servir al Señor aquel día en Jerusalén.
Si algún hijo de Dios está todavía atado,
sepa que el Señor ya lo hizo libre y que Él lo requiere. El tiempo de la
esclavitud ya pasó, ahora es tiempo de ponerse a disposición para que el Rey lo
ocupe.
Sin embargo, hay una lección más que el
pollino aquel nos entrega. A la hora de servir al Señor, cuando él nos concede
el privilegio de llevarlo a cuestas, suelen suceder cosas extrañas.
Cuando entraba el Señor en Jerusalén, la
Biblia dice que a su paso tendían los mantos, que cortaban ramas de los árboles
y las tendían en el camino. La gente, alborozada, aclamaba diciendo:
"¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
¡Hosanna en las alturas!". Ante esa manifestación tan eufórica, ¿pudiera
haber pensado el pollino –si es que hubiera podido pensar–
que tales expresiones eran en su honor? ¿Podemos
imaginarnos al pollino hablar con Jesús de esta manera: "¿Oyes lo que
dicen? Realmente soy magnífico". Con tristeza debemos reconocer que muchos
siervos de Dios llegamos a pensar que los aplausos y los vítores son para
nosotros, y entonces tal vez seamos más necios que el pollino.
Sin embargo, gracias a Dios, pese a esto y
corriendo un gran riesgo, el Señor Jesús desea ser llevado por nosotros. ¿Nos
negaremos? ¡Es toda nuestra gloria!