MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
17 de agosto
Durmiendo sobre el cabezal
Aquel día el Señor Jesús fue a la casa de
Pedro, en Capernaum. Allí se encontró con la suegra
de Pedro enferma de fiebre, y
Ahora, el Señor está cansado. Ha sido un día
agotador. ¡Tantos vinieron a Él en busca de socorro! La muerte, en sus más
variadas formas, y mucho de su vida y de su poder salió de Él para
contrarrestarla y vencerla. ¡La muerte fue una y otra vez, sistemáticamente,
repelida! El Señor está cansado, y se recuesta sobre un cabezal. Muy pronto,
casi en seguida, se queda dormido.
El Señor sabe que al otro lado del mar le
espera una dura batalla. Allí hay dos hombres endemoniados que nadie ha podido
sujetar. Son verdaderos energúmenos, que viven en los sepulcros y aterrorizan
La navegación transcurre plácida, hasta que,
de pronto, se levanta una furiosa tempestad de viento que embravece el mar, de
tal manera, que las olas caen sobre la barca y amenazan con hundirla. Es el
enemigo que da coletazos anticipados por su siguiente gran derrota. Son los
estertores agónicos de quien ya se sabe vencido.
Y el Hijo del Hombre, que estuvo recién
echando demonios en Capernaum, que se dirige ahora a
Gadara para echar otros cientos más, el mismo que ahora está siendo amenazado
de muerte por una descomunal fuerza enemiga, duerme. ¡Duerme sobre un cabezal!
El sueño del Señor sobre el cabezal es el
sueño de la fe y de la confianza perfectas. Aunque Él
dormía, el Padre velaba sobre el Hijo de su amor, quien fue obediente hasta lo
sumo. No era el sueño irresponsable que deja su vida al azar, o abandona a los
suyos a la fuerza de las olas enemigas. Era la paz que descansaba en la Mano
poderosa que le sustentaba y en el poder escondido, momentáneamente silenciado,
que emergería, oportuno, para conjurar el peligro.
El Señor Jesús durmiendo sobre el cabezal es
el creyente que duerme sobre un corazón vigilante. Jesús durmiendo sobre el
cabezal es el modelo perfecto de paz perfecta para el alma creyente. Viéndolo a
Él dormir así, podemos descansar confiados. No importa lo que mañana nos
espere. Dios vela nuestro sueño, y guarda nuestra salida y nuestra entrada.
Porque nadie está tan seguro como aquel a quien Dios guarda, y nadie está tan
expuesto como aquel que se guarda a sí mismo.
No miraremos el mañana como temiendo los
males que nos puedan sobrevenir, sino creyendo que todo lo que nos ocurra
vendrá de nuestro Padre amoroso, sustento de nuestra alma y cobijo seguro.