MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
13 de agosto
La sal necia y sin fuerza
"Vosotros sois la sal de la tierra; mas si la sal
se vuelve necia, ¿con qué será salada? Para nada tiene fuerza ya, sino (que es)
arrojada fuera para ser pisoteada por los hombres" (Mat. 5:13, trad. literal).
Cuando Pablo cita la ley en el pasaje que
dice: "No pondrás bozal al buey que trilla", razona de este modo:
"¿Tiene Dios cuidado de los bueyes, o lo dice enteramente por nosotros?
Pues por nosotros se escribió" (1ª Corintios 9:9-10).
Creo que este pasaje de Mateo es muy
semejante a aquél. El Señor utiliza símiles diversos, tomados de la vida
diaria, para aclarar hechos espirituales escondidos. Aquí, el Señor utiliza la
sal que se usa cada día en todas las mesas del mundo.
Al observar el sentido que las palabras tienen
en el original griego, vemos que están referidas, no a la sal, sino a las
personas a quienes la sal está representando, es decir a los creyentes. Por
eso, aunque no es propio decir de la sal que se vuelve necia, es perfectamente
aplicable a los creyentes. Del mismo modo la expresión "para nada tiene
fuerza", aunque puede aplicarse relativamente a la sal, tiene mayor
aplicación a los creyentes.
Si unimos ambas expresiones, tan
significativas, tenemos que los creyentes, cuando se vuelven necios, para nada
tienen fuerza.
La necedad de los creyentes consiste en
perder su sabor. Y perder el sabor es asimilarse al mundo, hacerse vanos,
perder aquello que los hace diferentes. La sal sirve para salar, pero sobre
todo para preservar. Los creyentes necios no pueden detener la corrupción que
hay en el mundo. No tienen la fuerza para resistir las oleadas de inmundicia
que éste les lanza, entonces ya no sirven como sal, se han desnaturalizado.
La señal más clara de que un creyente se ha
vuelto necio es la falta de poder. Es el debilitamiento, no del alma (lo cual
sería bueno), sino el debilitamiento del espíritu (lo cual es tremendamente
malo).