MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
12 de agosto
Acusación y perdón
"No penséis que yo voy a acusaros delante del
Padre; hay quien os acusa, Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza
... Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad
vinieron por medio de Jesucristo" (Juan 5:45; 1:17).
La conducta de los escribas y fariseos
estuvo permanentemente condicionada por las enseñanzas de Moisés. Estas
enseñanzas estaban basadas en la ley, una ley espiritual, sin tacha, la cual,
sin embargo, apelaba a los esfuerzos del hombre no regenerado.
La ley, siendo espiritual, al ser aplicada
al hombre natural genera impotencia, y la impotencia genera, entre otras cosas,
hipocresía e ira.
Y también genera acusación. El Señor dijo a
los fariseos que Moisés les acusaba. La mujer adúltera fue acusada delante del
Señor de acuerdo a la ley de Moisés: "En la ley nos mandó Moisés apedrear
a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?" (Juan 8:5). Y esta acusación traía
consigo otra acusación: "Mas esto decían tentándole, para poder acusarle"
(Juan 8:6).
La ley
trae un espiral de acusaciones. La conciencia es atenazada por el mandamiento
no cumplido, por la ordenanza no obedecida. Pero esa conciencia no descansa
sino cargando la conciencia de otro, y aún juzgando y condenando al otro.
Condenar a la mujer traería la posibilidad
cierta de condenar al Señor. Sin embargo, en este pasaje de la mujer adúltera,
el Señor nos muestra el poder supereminente de la gracia.
La gracia obra en la conciencia para
hacernos ver a todos como necesitados del perdón de Dios. Nos muestra nuestra
condición pecaminosa, pero, a la vez nos muestra la misericordia de Dios, que
nos perdona. No hubo una primera piedra contra ella. Los fariseos esperaban la
aplicación de la ley, pero el Señor les mostró cómo opera la gracia.