MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
7 de agosto
Hermoso para Dios
Mucho se ha dicho y escrito sobre Moisés, el
fiel siervo de Dios; sin embargo, hay un rasgo, tal vez secundario, que nos
llama la atención.
La Escritura dice que cuando Moisés nació,
fue escondido por sus padres (de la furia de Faraón) por tres meses,
"porque le vieron niño hermoso, y no temieron el decreto del rey".
(La traducción literal para "hermoso" en este versículo es "fino", noble). Los padres se embelesaron con la pueril
belleza del niño, e idearon una estrategia para salvarlo de
Que los padres encuentren hermoso a su hijo,
y procuren salvarlo, es normal, pero que se dé testimonio acerca de que el niño
era hermoso para Dios, es un hecho notable.
Tal cosa no tiene parangón, excepto de
David, de quien se dice que, siendo ya un muchacho, "era rubio, hermoso de
ojos, y de buen parecer". Sin embargo, por este mismo pasaje sabemos que
el Señor "no mira lo que mira el hombre; porque el hombre mira lo que está
delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón". De modo que no era la
hermosura física que Dios apreciaba, sino la belleza de un carácter, el cual,
la presciencia de Dios veía ya "hecho conforme a la imagen de su
Hijo".
¿No es la belleza del corazón la que es de
grande estima delante de Dios? ¿No fue David un hombre "conforme al
corazón de Dios"? ¿No fue el mismo Moisés "fiel en toda la casa de
Dios como siervo"?
Si de la belleza física se tratara, entonces
el Señor Jesús no hubiese sido sólo bello, sino perfecto, y sin igual en
belleza física, pero la Escritura, por anticipado, daba testimonio por medio de
Isaías: "...no hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin
atractivo para que le deseemos".
La verdadera hermosura es una belleza
interior que se asoma por un rostro (no importa si es agraciado o no), y que
deja en él la impronta de su origen celestial.