MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
25 de abril
Restaurando la visión
A menudo tenemos la tendencia a mirar lo que
está delante de los ojos, lo aparente, y no a lo invisible, por
Hageo fue uno de
los profetas levantados por Dios junto con Zacarías en el tiempo de la
restauración del templo de Israel. Aunque el Señor habla del templo de Israel
en el capítulo 2, la referencia para nosotros no es el templo, sino la iglesia
gloriosa. Cuando el Señor manda al pueblo por la fe mirar a la gloria postrera
de la casa, es claro que él refiere a nosotros.
Dios estaba hablando de Cristo Jesús y de su
Casa que él mismo edificó (Heb. 3:6); por eso podemos
hacer una referencia a esta Casa. Haciendo alusión al verso 3 de Hageo capítulo 2 el Señor nos pregunta: ¿Quién vio la
gloria de
¿En qué estado vemos la Casa ahora? Mirando
a la cristiandad en nuestros días, ¿no es como nada a nuestros ojos? Si miramos
de esta forma, lloraremos como los judíos por no poder restaurar y vivir
aquella gloria. Y nunca la podremos restaurar en su totalidad, viendo que el
Señor nos enseña esto por las cuatro iglesias de Apocalipsis que él hallará
cuando vuelva: Tiatira, Sardis, Filadelfia y
Laodicea.
Hoy encontramos a los cristianos en muchas y
diversas realidades. Si miramos a esto, seremos confundidos, pero el Señor
restaura nuestra visión por la profecía, y nos hace mirar a Jesús y a la gloria
postrera de
Entonces el Señor nos estimula a todos
diciendo por el verso 4: "Esfuérzate ... y cobrad
ánimo, pueblo todo de la tierra ... y trabajad; porque yo estoy con
vosotros". En el verso 8, él aun dice: "Mía es la plata, y mío es el
oro, dice el Señor". Las operaciones de Dios (oro), los ministerios del
Señor (plata) y los dones del Espíritu (piedras preciosas) no nos faltarán. No
faltará nada, porque fiel es quien lo dijo, el cual también lo hará (1ª Tes.
5:24).
La gloria de esa última Casa será mucho
mayor que la primera, dice el Señor. Aunque tengamos muchas diferencias,
tenemos que volver nuestros ojos a esta Casa postrera. Sigamos a lo que es
perfecto, y el camino es el amor: "Y sobre todas estas cosas vestíos de
amor, que es el vínculo perfecto" (Col. 3:14).