MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
22 de abril
Dejando la niñez (1)
T. Austin-Sparks ha dicho que "el
noventa por ciento del Nuevo Testamento se ocupa del crecimiento y madurez de
los creyentes". Ahora bien, 1ª de Corintios es una epístola que revela
algunas características de la niñez espiritual, y, como tal, nos muestra
aquello que debemos dejar atrás para avanzar hacia la madurez.
Una de ellas son las divisiones por causa de
los padres espirituales. La iglesia en Corinto estaba dividida entre los
seguidores de Pablo, los de Apolos, los de Pedro y
otros que aducían sólo seguir a Cristo. Ellos sentían admiración por cierto
líder hasta el extremo de separarse de los demás. Los cristianos 'almáticos' siempre buscan puntos de simpatía con los demás,
que pueden basarse en ciertos aspectos de carácter, de énfasis, y de cualquier
otra cosa menor.
El cuarto grupo estaba formado por los que
seguían a Cristo, y no a los hombres. Estos, que pueden ser tildados de más
espirituales, pero tenían el problema de que probablemente no estaban muy
dispuestos a sujetarse a los hermanos mayores. Para ellos existía sólo una
relación vertical entre Dios y ellos, y no se sujetaban a los hombres.
Al tomar conocimiento Pablo de esta situación
reprende severamente a los hermanos. Toda la larga argumentación que va de los
capítulos 1 al 4 gira en torno de esta cuestión. Ellos no debían inclinarse por
uno de los apóstoles, sino tomar la riqueza que Cristo había depositado en cada
uno de ellos para el equipamiento de los santos. Los apóstoles no eran los amos
de la iglesia, ni quienes debían buscar seguidores para alguna supuesta causa
particular, sino que eran colaboradores, servidores y administradores de los
misterios de Dios para ellos. "Todos ellos son vuestros", exclama
Pablo, "no hagáis de ellos motivo de discordias".
Los niños en Cristo tienen la tendencia,
tanto a idolatrar a sus padres espirituales, como a decepcionarse fácilmente de
ellos cuando observan alguna debilidad. Eso es fácilmente comprobable no sólo
en la iglesia en Corinto, sino ahí mismo donde usted vive y se reúne. Pastores
y predicadores, evangelistas y profetas, han llegado a ser motivo de disputa y
de división en medio del pueblo de Dios. Los hijos de Dios toman partido, y no
hay al parecer ninguna voz que se levante para detenerlo. Muchos de los que
pudieran hacerlo, o no tienen fuerzas, o no les conviene hacerlo.
Muchas denominaciones han surgido en torno a
figuras señeras de la cristiandad histórica. Lo que pudo haber comenzado como
una débil tendencia, por motivos aparentemente inocuos, se ha fortalecido en el
tiempo al extremo de constituirse en una gran pared que refuerza el grave mal
que el apóstol Pablo luchó inútilmente por detener: la división del pueblo de
Dios.