MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
21 de abril
Avanzando hacia la perfección
(3) Un tercer aspecto que marca el
camino de la madurez cristiana, a la luz de la epístola a los Hebreos, es la disciplina.
Los hijos maduros son disciplinados. Esto
hace una importante diferencia con los hijos pequeños. Lo mismo que en una
familia: los padres son benevolentes con los más chicos, pero no lo son tanto
con los mayores.
Junto con el crecimiento se van asignando
responsabilidades, y con las responsabilidades está la opción de acertar o
fallar. Y cuando fallamos por negligencia, por porfía o tozudez, entonces es
necesaria la disciplina.
La disciplina de Dios tiene como fin
edificar un carácter. No se trata de si somos hijos o no –pues lo somos
para siempre–, sino de lo que se trata es de
llegar a ser cierta clase de personas. Dios construye en nosotros el carácter
de su Hijo, y en ese trabajo él es muy paciente y laborioso.
El mismo Dios que creó el universo con
entendimiento, con sabiduría y con prolijo orden, es el que hoy está y
trabajando en sus muchos hijos por medio del Espíritu Santo, para llevarlos a
la santidad y la plena justicia.
Tanto en el capítulo 6 como en los capítulos
10 y 12, Hebreos toca asuntos relativos a
La disciplina es una demostración del amor
de Dios, no de su ira. "Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a
todo aquel que recibe por hijo" (12:6). Ante eso, la enseñanza de Hebreos es que no debemos menospreciarla, ni tampoco
desmayar cuando ella está siendo aplicada.
En el presente, ella no es comprendida, ni
es aceptada, pero después que ella pasa, con el tiempo, se viene a comprobar el
fruto que ha dejado tras sí. ¿Cuál es ese fruto? "Participar de Su
santidad" (12:10), y el "fruto apacible de justicia" (12:11). En
dos palabras, santidad y justicia.
Hebreos no podía dejar de hablar de la
disciplina, puesto que es una carta que habla de la madurez cristiana. Usted no
puede dejar de experimentar la disciplina de Dios, pues es un creyente que está
siendo conducido por Dios hacia
Esto no es nuevo, porque el mismo Señor
Jesús, fue perfeccionado por aflicciones (2:10), y "...por lo que padeció
aprendió la obediencia" (5:8). ¡Aliéntese, pues, el corazón atribulado!
¡Usted está siguiendo los pasos de su Maestro!