MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
10 de abril
De él, por él y para él
Romanos 11:36 dice: "Porque de él, por
él y para él son todas las cosas". Colosenses 1: "Porque en él fueron
creadas todas las cosas ... todo fue creado por medio
de él y para él". Lo que se dice de Dios en Romanos se dice también del
Señor Jesucristo en Colosenses, porque, evidentemente, él es Dios. Apocalipsis
refuerza lo mismo al decir: "Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin,
dice el Señor" (1:8). Alfa era la primera letra del alfabeto griego, en
tanto la Omega, era
Pero eso no es así sólo en obra de la
creación; lo es también en la obra presente de Dios. Todo ha de tener comienzo
en él para que él lo reconozca como suyo. Asimismo, todo ha de ser para él para
que tenga la motivación correcta. Lo que surge del hombre no procede de aquel
que es el Alfa; lo que glorifica al hombre, no tiene como fin aquel que es el
Omega.
Hay muchas cosas que hacemos para Dios que
se originan en nosotros. Sin duda, ellas no tendrán como fin a Dios. Una de las
cosas más difíciles para un siervo de Dios es esperar en Dios sin hacer nada
por sí mismo. En esa espera, muchas cosas surgirán en su mente que exigirán su
realización. Será necesario, entonces, una firme voluntad para esperar hasta
que Dios comience algo, para luego seguirle a él en su obra. Los profetas y
maestros de Antioquia no hicieron nada, sino ministrar al Señor. Y esperaron
hasta que él tomó la iniciativa; luego ellos pudieron colaborar con Dios en Su
obra (Hechos 13).
Aquello que comienza en Dios es seguro; de
modo que los siervos de Dios pueden participar de ello con absoluta confianza y
certeza. Eso no se desvanecerá con el tiempo, ni será sin fruto. Pero eso que
comienza en Dios no traerá gloria para el hombre. Será "para él".
Pero hay algo más. No sólo el comienzo y el
fin, sino que también el medio –el modo de hacer–
y los recursos para hacer la obra de Dios han de ser suyos. A la hora de hacer
la obra de Dios también tenemos que negar la fuente natural, los recursos del
hombre. Cristo es el origen, el medio y el final de toda obra de Dios. Para
reconocer si una obra es de Dios o no, podemos preguntarnos, entonces, cuál fue
el origen de tal cosa, cuáles son los recursos utilizados para su realización,
y cuál es el fin de aquello, el para qué, o para quién.
Si nuestra obra no resiste este análisis,
entonces su procedencia es dudosa, su calidad deleznable, y su fin mezquino.
¡Cómo nos conviene esperar en Dios, hasta que se agote nuestra creatividad y
nuestras fuerzas, y hasta que nuestra motivaciones sean purificadas! ¡Todo ha
de proceder de él, ser por medio de él y para él!