MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
2 de abril
Cómo hallar el reposo (4)
Al leer los capítulos 3 y 4 de Hebreos llama la atención un par de cosas respecto al
reposo.
Lo primero es que se trata del reposo de
Dios. Es decir, el cristiano es invitado a tomar parte, no de su propio reposo,
como si existiera algo así como un reposo en sí y por sí, sino del reposo de
Dios.
Y para recordarnos esto, la Escritura nos
remite al primer reposo de Dios – es decir, la primera mención del reposo
en la Biblia. "Porque en cierto lugar dijo así del séptimo día: Y reposó
Dios de todas sus obras en el séptimo día" (Heb.
4:4). Dios reposó en el séptimo día, y su reposo indica que su obra estaba
perfectamente terminada. Dios no hubiera reposado si algo hubiera estado
inconcluso.
De manera que Dios reposó, y su reposo
obedece a que su obra había sido concluida. Adán vino a la vida el sexto día,
de modo que el séptimo día de Dios es el inicio de la vida de Adán. Adán
comenzó a vivir en el reposo de Dios. Adán fue invitado a contemplar la
maravillosa obra de Dios, a la cual no necesitaba agregarle nada.
De la misma manera, el cristiano es invitado
en el libro de Hebreos a participar de este reposo, no
el suyo propio, sino el reposo de Dios. ¿Y cuándo Dios reposa? Cuando Su obra
está concluida.
Esto nos indica que, en nuestro caso, la
obra de Cristo en la cruz, y luego, Su obra edificando la iglesia ya son hechos
consumados, por lo cual el cristiano debe sumarse al descanso de Dios en
Cristo. Nada necesitó agregar Adán a la obra de la creación; nada tampoco necesita
agregar el cristiano a la obra de
¿Cuál es la razón de ser de las obras en el
hombre? Las obras son un intento de reafirmación de sí mismo, de su propia
capacidad. Son un intento de demostrarle a Dios que él puede agradarle, que él
puede hacer méritos para obtener la salvación.
Para el hombre natural privarle de las obras
es desnudarlo y avergonzarlo. Es quitarle toda base para la satisfacción
personal y el orgullo. Es robarle su justicia propia, y dejarle sumido en la
inactividad.
El hombre nunca hará obras que ameriten una
contemplación extasiada, por tanto, no hay lugar para su reposo. Si él pudiera
hacer obras perfectas, acabadas, habría lugar para el reposo de sus obras; pero
nunca será así. Por tanto, la única posibilidad de que él descanse es que
renuncie a sus obras, se sume a las obras de Dios, y entre en el reposo de
Dios. Por eso es que el cristiano es invitado a entrar en el reposo de Dios, y
no en su propio reposo.