MEDITACIÓN CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO

 

1 de abril

 

Cómo hallar el reposo (3)

 

   El reposo se encuentra en Cristo y en su Iglesia. Ambas realidades –estar en Cristo y estar en la Iglesia– se hallan prefigurados en la historia de Israel.

   Cuando Dios sacó a Israel de Egipto, lo hizo con el objetivo de introducirlo en la tierra de Canaán. Sin embargo, aquella generación que salió de Egipto no entró en Canaán, sino que murió en el desierto a causa de su incredulidad.

   Cuando ellos dijeron: "Todo lo que Dios ha ordenado haremos", demostraron un completo desconocimiento de sí mismos, lo cual determinó su largo deambular por el desierto para que conociesen la verdadera condición de su corazón. Ellos no entraron en el reposo de Dios, a causa de su incredulidad.

   Así también, se puede perfectamente ser un cristiano renacido, sin haber entrado aún en la tierra prometida. Se pueden conocer las obras de Dios, los cuidados de Dios sobre su pueblo, pero no se conoce a Dios mismo, ni sus caminos. Es un estado de niñez en el cual atrae aquello de menor valor, y donde no se pueden ver los grandes propósitos de Dios.

   Entonces llega un día en que Dios le concede al cristiano su gracia y le introduce en la buena tierra. Deja atrás el deambular sin rumbo para entrar a tomar su herencia, que es Cristo. La buena tierra abunda en toda suerte de riquezas y delicias. El cristiano siente que ha experimentado una nueva gracia después del nuevo nacimiento. Ahora puede decir que conoce de verdad al Señor, y que esta visión le satisface por completo.

   Sin embargo, aún hay más. Pues no es el propósito de Dios que Israel entrara a Canaán como una muchedumbre caótica y desordenada. El pueblo debía ser establecido, distribuido en orden, según las tribus y las familias. Aquel pueblo itinerante debía ser conformado en una teocracia que expresara el anticipado propósito de Dios para él. Cuando esto se cumple, el pueblo nómade y vagabundo viene a ser "una casa" y "un reino" para Dios.

   De la misma manera, más allá de la visión de Cristo, conforme la muestra el Padre por el Espíritu Santo, es preciso que aquellos que han visto al Señor sean edificados como reino y como casa de Dios. No sólo un conjunto de cristianos salvados que hacen lo que a cada cual le parece, sino una asamblea armónica, articulada, conducida por el Espíritu, que refleje las glorias magníficas de Cristo.

   Cuando el cristiano encuentra la iglesia, es decir, la asamblea visible, tangible, donde Cristo mora, y donde –según las palabras del salmista– "los sacerdotes son vestidos de salvación, donde los santos dan voces de júbilo, y donde los pobres son saciados de pan", entonces su corazón halla el reposo perfecto.

   Es la realidad de Cristo y la Iglesia. Es el reposo del creyente.