MEDITACIÓN CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO

 

6 de septiembre

 

El sello de Dios

 

"En él (Cristo) también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la posesión adquirida, para alabanza de su gloria" (Ef. 1:13-14).

 

   El sello del Espíritu Santo en el creyente representa:

   a) Garantía de posesión: A la manera de una marca indeleble, el Espíritu Santo señala que nuestro corazón le pertenece a Dios, no importando nuestra condición anterior, ni nuestra condición presente. "Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos …" (2ª Tim. 2:19a). El hecho de que seamos posesión de Dios significa que él vendrá a buscar lo que le pertenece. El Señor Jesucristo tiene hoy sobre la tierra una herencia preciosa que el Padre le dio, ¿se olvidará de ella? Jamás.

   b) Aval de seguridad. El sello de Dios asegura nuestro corazón. Ninguno que ha sido sellado por Dios podrá perderse. "Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano" (Jn. 10:27-28, Ver Apoc. 9:4). No importa cuál sea el estado presente de un creyente, la verdad no cambia, su realidad espiritual es segura, él es un Hijo de Dios, por tanto, le pertenece a Dios. "¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?… Estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro" (Rom. 8:33-35, 38-39).

   c) Certificado de que algo es genuino. ¿Quiénes son los verdaderos hijos de Dios? ¿Los que suscriben tal o cual doctrina, los que poseen un gran caudal de conocimiento bíblico? No necesariamente; lo que distingue a los hijos de Dios es tener el sello del Espíritu Santo. El sello del Espíritu de Dios significa que Dios dice: "Este hijo es mío; lo reconozco; fue engendrado por mí; tiene mis genes, mi misma naturaleza". Aunque esto parezca demasiado grande, y casi una herejía, la Escritura nos dice que Dios nos ha hecho partícipes de su naturaleza (2ª Pedro 1:4). Nadie llega a ser hijo de Dios, sino por el milagro del nuevo nacimiento, y esto, por el Espíritu Santo. No basta ser criatura de Dios para ser un hijo de Dios. Todos los hombres son criaturas de Dios, pero sólo son hijos aquellos que han sido engendrados por el Espíritu Santo cuando reciben a Cristo en su corazón.

   d) Otorgamiento de un "adelanto". En los manuscritos antiguos la palabra arrabon (arras) se refiere a menudo a cierta cantidad de dinero dado por adelantado al comprar un animal o aun una esposa. Así, el Espíritu es una señal o garantía de la gloria que vamos a recibir en el futuro. Hoy tenemos una parte del todo, mañana tendremos el todo completo. La gloria de hoy, aunque es maravillosa, será multiplicada mañana en la gloria de Cristo.

   De todo esto nos habla el sello de Dios, que es el Espíritu Santo.