MEDITACIÓN CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO

 

16 de octubre

 

Zaqueo y la multitud

 

   La historia de Zaqueo es bien conocida por todos, incluso por los niños; pero cada vez que leemos el relato, Dios siempre nos habla algo nuevo.

   En primer lugar, vemos a un hombre pequeño de estatura, que aparentemente no tiene necesidad, el cual quiere ver a Jesús. No para que lo ayude económicamente o lo sane de alguna enfermedad; sin embargo, lo vemos casi desesperado por ver al Señor Jesús.

   Nos damos cuenta que la pasada del Señor por Jericó era de suma importancia. En su presciencia él sabía que este hombre quería verlo. Para Jesús lo más importante no eran los seguidores o la multitud; él tenía en su corazón a Zaqueo, y quería verlo lo antes posible. Nos damos cuenta de ello en la expresión del versículo 5: "Date prisa".

   Quizás Zaqueo pensaba para sí: "Lo único que me conformaría es verlo". Vemos esto en la actitud que tuvo al darse cuenta que no podría verlo a causa de su pequeñez y la multitud. "Corrió ... subió...". Estas dos acciones demuestran el gran interés de Zaqueo en ver al Señor.

   Se cumplió en Zaqueo el Salmo 69:32: "Buscad a Dios, y vivirá vuestro corazón". Dios siempre ha buscado al hombre. Al principio, cuando cayó Adán, en el huerto, Dios descendió para buscarlo. Así ocurre hasta el día de hoy. Él vino a buscar lo que se había perdido.

   El Señor podía hacer un movimiento grande, como un cambio de ciudad por ejemplo, para buscar al necesitado, al pequeño como Zaqueo. Así, pues, para los que se sienten disminuidos, hay una buena noticia: El Señor Jesús te está buscando y quiere morar en tu casa. Nuestra pequeñez, nuestra pobreza, nuestras debilidades, no son obstáculo para el amor de Cristo. Él nos ama tal como somos.

   Pero miremos a la multitud que sigue a Jesús. Muchos de nosotros, como esa multitud, ocultamos al Señor, y los demás, los Zaqueos, no lo pueden ver a él. Permítanme dar un ejemplo. Cuando un gobernante de una nación se presenta en público, se hace acompañar de hombres que guardan sus espaldas, y de alguna manera es ocultado por éstos. Así era aquella escena en Jericó: la multitud que iba adelante era un obstáculo para que Zaqueo pudiera ver a Jesús.

   Traigamos esta ilustración a nuestro plano. Cuando nosotros vamos adelante del Señor, lo único que ven los demás es a nosotros. Cuando somos orgullosos, altivos, con un alto concepto de nosotros mismos, tratando de exhibir lo que somos, nos convertimos en verdaderos obstáculos. O cuando medimos a una persona por su nivel cultural o socioeconómico, por sus prácticas o costumbres; cuando nos atribuimos la verdad absoluta y excluimos al resto.

   Nuestra posición tiene que ser siempre detrás del Señor. El Señor al frente, para que sea visto él y no nosotros. En Éxodo 13:21 se dice que Jehová iba delante del pueblo de Israel. Esa debe ser nuestra posición. Los israelitas seguían al que iba delante de ellos; así también nosotros. Siempre tiene que sobresalir el Señor; debemos mostrar siempre a Cristo a los que tienen necesidad de verle. Nosotros somos llamados a dar a conocer a Cristo.