MEDITACIÓN CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO

 

9 de noviembre

 

La fuente de bronce

 

---La fuente era el segundo objeto en el atrio del tabernáculo. Estaba entre el altar del holocausto y el Lugar Santo. A diferencia de los demás artefactos y muebles del tabernáculo, no se especifican sus dimensiones. Sólo se dice que era de bronce, y que los sacerdotes debían lavar sus manos y pies en ella para que no murieran mientras realizaban su servicio en el tabernáculo.

---En otro lugar se dice que fue hecho con los espejos de las mujeres de Israel (Éx. 38:8). Esto muestra un rasgo de maravillosa generosidad de las mujeres, y una renuncia importante. Por otro lado, es interesante que un espejo refleja al que se mira, pero no puede alterar su figura. Revela la contaminación, pero no puede quitarla. Así es también la ley. Sin la gracia, el creyente se queda a mitad camino.

---La fuente estaba llena de agua, para que los sacerdotes se lavaran las manos y pies cuando entraban al Lugar Santo para adorar, cuando salían al altar para servir. Esto nos habla de la obra que hace en nosotros la Palabra y el Espíritu de Dios. Es cotidiana y absolutamente necesaria.

---Había dos clases de lavamientos: Uno, el que se hacía para consagrar a los sacerdotes. Este lavamiento se hacía una vez y para siempre (En Éx. 29:4, se refiere al lavamiento de todo el cuerpo), y corresponde al "lavamiento de la regeneración" (Tito 3:5) del Espíritu, por el cual nacemos de nuevo. El segundo, era el lavamiento constante, porque diariamente ellos se ensuciaban realizando los oficios de su ministerio.

---Ningún sacerdote podía ministrar sin lavarse. Esto es una verdad aplicable no sólo a aquéllos en el Antiguo Pacto, sino a todos los sacerdotes de Dios, pasados y presentes. El polvo ensuciaba sus manos y sus pies; de la misma manera ocurre con los creyentes hoy. Para tal caso, Dios ha provista el lavamiento del agua por la Palabra. "Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado", dijo el Señor a sus discípulos (Juan 15:3). "Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra" (Ef. 5:25-26).

---Los sacerdotes tenían el derecho de ministrar al Señor porque estaban habilitados por la sangre del sacrificio, pero para poder ejercer ese derecho precisaban el agua del lavamiento. La sangre de Cristo nos limpia de nuestros pecados, en tanto el agua nos limpia del polvo del desierto de este mundo.

---El cristiano tiene que caminar en la luz, juzgando sus antiguos hábitos, y limpiándose en todas sus obras y caminos por medio de la Palabra de Dios, si es que quiere tener comunión con Dios. La Palabra es el medio por el cual el Señor conserva a su pueblo limpio, con una comunión fresca, pura.

---Del costado del Señor Jesucristo en la cruz manó sangre y agua, lo cual reúne estos dos aspectos de la salvación de Dios. Sangre para la reconciliación con Dios, y el agua para limpieza, comunión y para ministrar delante de Dios.