MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
1 de noviembre
Especiales e insignificantes
"Jehová tu Dios te ha escogido para serle un
pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre
---He
aquí la gloria y la miseria del pueblo de Dios, sea Israel, o sea
---Una
es la condición posterior al llamamiento de Dios, la otra es la condición
anterior a ese llamamiento. Una es la condición en sí, la otra es la condición
en Dios.
---Dios
desea que ambas cosas estén siempre muy claras y distintas en el corazón de Su
pueblo; él desea que no perdamos de vista una verdad tan grande, para que no
confundamos las cosas, para que no nos envanezcamos y llegue a ser esto causa
de nuestra ruina.
---Una
de las razones de por qué estamos muy seguido delante de la Mesa del Señor es
para recordar de dónde nos sacó el Señor, para que recordemos nuestra condición
anterior al llamamiento y salvación. Al estar delante de la Mesa se hace
patente que fue necesario un acto de sustitución y de expiación por nuestros
pecados, para que pudiésemos llegar a ser lo que somos hoy delante de Dios.
---El
hecho de ser hoy un pueblo especial, una gente diferente, y el estar tan
habituados a ello, podría hacernos olvidar cuán insignificantes somos. No
diremos "éramos", sino "somos", como Pablo, que decía
"…los pecadores, de los cuales soy el primero" (1ª Tim. 1:15).
Basta que la poderosa mano de Dios nos suelte un poco para darnos cuenta de la
terrible realidad de este hecho.
---El
apóstol Pablo a los Corintios escribe en este mismo sentido: "Pues mirad,
hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos
poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para
avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a
lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es,
para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte ante su presencia"
(1ª Cor. 1:26-29). Dios sabe cuán olvidadiza y vana es nuestra memoria, cuán
propensos estamos de ver sólo una cara de la moneda, la mejor.
---Sin
embargo, el Espíritu Santo, en esa sabia administración de nuestra carrera, y
de nuestras circunstancias, dosifica porciones adecuadas de triunfos y
derrotas, de gozos y tristezas, para que, por un lado, bajemos de nuestra
soberbia, y para que, por otro, nos levantemos de nuestro sentido de
indignidad. Nada escapa a su mano bienhechora y omnisciente. Nada irá más allá
de lo que él providencialmente permite.
---Somos
tan insignificantes, que sólo Dios pudo hacernos especiales; pero a la vez
somos tan especiales, que nadie en sí mismo puede equiparar lo que somos
– pues llevamos eternidad adentro, el sello de la posesión y llamamiento
divinos.