MEDITACIÓN CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO

 

5 de mayo

 

Contando nuestros días

 

"Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría ... Hazme saber, Jehová, mi fin, y cuánta sea la medida de mis días; sepa yo cuán frágil soy" (Sal. 90:12, 39:4).

 

   El Salmo 90 es una oración - la oración de Moisés, varón de Dios. Es uno de los salmos más profundos de todo el salterio. Su tema es la eternidad de Dios y la transitoriedad del hombre.

   "Los días de nuestra edad son setenta años; y si en los más robustos son ochenta años, con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, porque pronto pasan, y volamos" (Sal. 90:10). Moisés, probablemente a los 80 años de su vida, sentía que estaba llegando al final de sus días. A esa edad, todavía en el desierto, él sentía que su vida se le escurría, y se daba cuenta que no había hecho nada de lo que alguna vez soñó. Todos sus ideales, sus proyectos de juventud, sus propios planes para servir a Dios, se habían frustrado.

   Él sentía que la vida es como la hierba que crece en la mañana y luego en la tarde es cortada y se seca. A esa edad, Moisés posiblemente estaba confundido. Por eso, ruega a Dios: "Enséñanos a contar nuestros días". No sabemos cómo conducirnos, no sabemos vivir sabiamente. Si la vida es corta y la vivimos mal, habremos perdido nuestra única oportunidad. Porque nos es dada una porción de tiempo breve, es necesaria sabiduría para vivirla adecuadamente.

   En el Salmo 39, es David quien habla. También está acongojado, hay dolor, hay abatimiento en su alma. Entonces, también ora a Dios. "Hazme saber mi fin, y cuánta sea la medida de mis días". ¿Cuánto viviré? ¿Qué lograré hacer? ¿Qué planes lograré desarrollar y cuáles no? ¿Cuántas cosas se frustrarán en mi vida?

   Cuando visitamos un cementerio, podemos allí casi sentir el palpitar de gente que algún día vivió, que tuvo sueños, que alcanzó grandezas humanas; pero que un día, inevitablemente, le llegó la muerte. Y ahora hay allí sólo una lápida que dice que alguien vivió, alguien soñó, alguien respiró, alguien tuvo alguna aspiración; pero todo eso terminó.

   Los días de los creyentes son contados delante de Dios, pero no a la manera en que se cuentan los días y los años en el mundo. La vida de los hijos de Dios cuenta desde su nuevo nacimiento, desde el día en que recibimos a Cristo en el corazón. Y aun así, si nos convertimos al Señor hace cinco o diez años atrás, eso no significa necesariamente que delante de Dios tengamos una edad de cinco o diez años.

   Es posible que nuestra edad espiritual no coincida con nuestros años de caminar en la fe. ¿Cuál es nuestra edad espiritual? El Señor considera sólo aquel tiempo que nos hemos consagrado, el tiempo en que le hemos tenido a él en el primer lugar de nuestras vidas. Pero, cada vez que nos apartamos, se detiene el registro en el libro de los cielos. Hay un vacío, como si nada hubiese ocurrido.

   En verdad, es necesaria la sabiduría de Dios para poder conocer cuál es nuestro camino, cuántos son nuestros días, y cómo invertirlos sabiamente.