MEDITACIÓN CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO

 

14 de marzo

 

Obreros a la mies

 

"Entonces dijo (Jesús) a sus discípulos: A la verdad, la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies" (Mt. 9:37-38).

 

   La primera de estas frases dicha por el Señor Jesús nos da el diagnóstico que él hizo de la realidad de su tiempo: "La mies es mucha, mas los obreros pocos". Es decir, la necesidad abundaba, pero las soluciones escaseaban; los hombres necesitados eran muchos, pero aquellos que podían dar soluciones eran pocos. Cuando el Señor veía a las multitudes se compadecía de ellas, porque las veía desamparadas y dispersas, como ovejas que no tenían pastor.

   Es ésta, sin duda, la realidad presente también. Las ciudades están llenas, pero de gente solitaria y deprimida. Los goces terrenos son un paliativo momentáneo e insuficiente para satisfacer las almas que fueron creadas para hallar sólo su satisfacción en Dios.

   Sin embargo, la segunda de estas frases no es un llamado a la acción, como pudiera esperarse. No es tampoco una orden para que los siervos de Dios vayan y se movilicen tras las almas perdidas. Es, más bien, la exhortación para que se dirija un ruego a Dios. No es a los hombres a quienes deben los discípulos dirigirse primeramente, sino a Dios.

   La tendencia natural es a ofrecerse para ayudar; o bien, si el carácter es aún más impulsivo, a correr tras la necesidad que apremia. Pero el Señor dijo muy claramente: "Rogad al Señor de la mies". La mies, es decir, los hombres, pertenecen a Dios, y es él quien debe enviarles el socorro de vida, el suministro necesario para sus almas.

   El ruego es: "Rogad al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies". Los obreros no son voluntarios que hacen la obra de Dios, sino son escogidos y llamados. Más aún, son escogidos, llamados, capacitados y enviados. Subrayamos esta vez 'capacitados' y 'enviados'.

   Dios no envía obreros sin capacitarlos antes. Por supuesto, no se trata de graduarlos anticipadamente en el camino de la fe, sino de que tengan las experiencias mínimas y reciban las herramientas básicas para un servicio espiritual. En el camino, sobre la marcha, irán completando su preparación, pero deben tener aquella base mínima. Si no, ¿cómo sabrán qué hacer, qué decir? Si no conocen el propósito y el diseño de la obra de Dios, ¿cómo podrán hacer una obra inteligente?

   Luego que son capacitados, él los envía. Cuando Isaías vio la gloria de Dios (cap. 6), y escuchó el llamado que Dios hace, el profeta responde: "Heme aquí, envíame a mí" (v. 8). Nótese que no dice: "Heme aquí, yo voy". No se trata de salir corriendo, sólo porque Dios ha llamado. Lo que Dios requiere es que el siervo responda al llamamiento, y luego, espere ser enviado.

   La espera es tal vez la parte más difícil en el servicio espiritual. Alguien ha dicho que un obrero está realmente preparado para servir a Dios sólo cuando está dispuesto a no ser usado por Dios. La capacidad de esperar es la mejor señal de humildad y sumisión a la voluntad de Dios.

   Aunque la mies es mucha, hay que rogar y esperar que Dios envíe obreros a su mies. Sólo así la obra que ellos hagan será espiritual, será obra de Dios.