MEDITACIÓN
CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO
17 de junio
Atendiendo las necesidades presentes (4)
La noche que fue entregado, el Señor Jesús
dijo a los discípulos una sentencia descorazonadora acerca del mundo: "Si
fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo,
antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece" (Jn. 15:19).
El apóstol Juan, cuando escribe casi setenta
años después, recuerda estas palabras y en su Primera Epístola toca el tema del
mundo también. Este es un asunto de vital importancia para los cristianos del
tiempo del fin. ¿Cuál es la radiografía que hace de él? En el capítulo 2:15 al
17 dice: "No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno
ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el
mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la
vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos;
pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre". Por muy
bueno y atractivo que el mundo parezca –al menos algunas cosas de él– todo él tiene un signo contrario a Dios.
Juan nos muestra que hay una absoluta
disociación entre el mundo y el creyente. El amor del creyente no puede
orientarse hacia el mundo y hacia el Padre al mismo tiempo. Todo lo que hay en
el mundo es contrario a Dios.
En el capítulo 3 vuelve a tocar el punto, de
una manera breve pero contundente: "Hermanos míos, no os extraéis si el
mundo os aborrece" (3:13). Es casi lo mismo que el Señor les había dicho
aquella noche. Luego, hablando de los falsos profetas, Juan dice que
"ellos son del mundo, por eso hablan del mundo, y el mundo los oye"
(4:5). No sólo el mundo es enemigo de Dios, sino que es aliado de los falsos
profetas. Y en el capítulo 5, casi al terminar, el apóstol pareciera darnos el
golpe final al decir: "El mundo entero está bajo el maligno" (5:19).
El cristiano se encuentra, pues, como
arrojado al mundo, en un ambiente hostil, que le tienta y, a su pesar, le
atrae. ¿Cómo podrá vencer en esta lucha aparentemente tan desigual? El capítulo
5 de esta Primera Epístola trae una clave preciosa: "Porque todo lo que es
nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo,
nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el
Hijo de Dios?" (vv. 4-5).
En la tierra hay una embajada de Dios,
compuesta por hombres y mujeres que tienen una vida superior. No se trata de
una doctrina ni una religión. No se trata tampoco de una técnica que,
ejercitada muchas veces pueda perfeccionar al hombre hasta
Esta vida tiene la capacidad de vencer, y se
expresa en una fe definida que apunta a una persona: "Jesús es el Hijo de
Dios". ¿Ha recibido usted esta fe que vence? ¿O simplemente ha creído
algunas cosas ambiguas, sin poder ni eficacia, acerca de Jesús? El mundo tiene,
ciertamente, muchos recursos para derrotar al cristiano, pero no tiene ninguno
para vencer esta fe preciosa que Dios nos ha dado acerca de su Hijo Jesucristo,
el Hijo de Dios.