MEDITACIÓN CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO

 

21 de julio

 

"Vivifícame..."

 

Salmo 119.

 

   Diez veces en este salmo aparece el término vivificar en diversas formas, ocho en imperativo (“vivifícame”: 25, 40, 88, 107, 149, 154, 156 y 159), y dos en pretérito perfecto (“me has vivificado”: 50,93). En todos ellos se asocia con la Palabra de Dios o con sus mandamientos, aunque en siete de ellos esta asociación es directa, y en los restantes tres es indirecta. En el versículo 40 se relaciona con la justicia de Dios, en tanto en los versículos 88 y 159, con la misericordia de Dios. Sea como fuere, aun estos tres casos tienen, en su contexto, una alusión a la Palabra o a los mandamientos de Dios.

   La Palabra de Dios vivifica. Es de notar que este salmo, ubicado en el corazón del Antiguo Pacto, con muchas alusiones a la ley, haga resaltar este aspecto de la vida y del vivificar de la Palabra. Sin embargo, este vivificar no está asociado con la ley, porque sabemos, por Gálatas 3:21, que la ley no puede vivificar. Aquí la vida y el vivificar no aparecen ligados a la ley, sino a los mandamientos de Dios (40, 93, 159), a la Palabra (25, 107, 154), a los juicios de Dios (149, 156), a sus dichos (50) y a sus testimonios (88).

   El Señor Jesús dijo que sus palabras son espíritu y son vida (Juan 6:63). Por eso, el salmista era vivificado por la palabra, y por eso pedía ser vivificado por ella. Anticipadamente él recibía el efecto de la Palabra Viva que había de venir al mundo, tal como los judíos en el desierto bebieron anticipadamente de Cristo (1ª Corintios 10:4).

   Efectivamente, en el versículo 50 de este salmo, lo mismo que en el 93, el salmista da testimonio de haber sido vivificado por la Palabra Viva de Dios.