MEDITACIÓN CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO

 

14 de julio

 

Dos voces concordantes

 

   Moisés ha muerto. Su imponente y vetusta figura se ha disipado. Los israelitas hacen duelo. El líder amado, el que sobrellevó sus cargas, sus debilidades, ha muerto.

   Entonces Dios se acuerda del joven Josué (aun es joven, pese a sus sesenta y tantos años).

   Josué ha servido con Moisés desde muchacho. Pero nunca había sentido el peso de llevar a todo el pueblo sobre sus hombros. Jamás había experimentado, como Moisés, el dolor lacerante de la apostasía, de la rebeldía, de los cuarenta años en el desierto.

   Ahora Dios le llama.

   Josué, ya antes de oírle, sabe cuál es el mensaje que viene. “Esfuérzate y sé valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó...”. Dios conocía los temores que había en el corazón de Josué. Una cosa era tener a Moisés al lado, otra muy distinta era no tenerlo.

   Josué debía ser valiente.

   Entonces, cuando aún el eco de estas palabras resuena en su corazón, el pueblo le dice: “De la manera que obedecimos a Moisés en todas las cosas, así te obedeceremos a ti ... solamente que te esfuerces y seas valiente". Las voces del pueblo se unen a las palabras de Dios. “Que te esfuerces y seas valiente”.

   ¿Podrá haber duda para Josué?

   Dos señales seguras se han alineado para dar al siervo de Dios perfecta seguridad. No es un espejismo que le oyó decir a Dios: el pueblo también lo ha dicho. Dios ha hablado de sí mismo, pero también, ¡oh gracia bendita!, ha hablado por su pueblo.

   Dios acepta que su voz sea refrendada por las voces de sus hijos. En esto Dios se rebaja a ser examinado por el corazón del creyente, no sea que otras voces solapadas se filtren para su destrucción.

   Dios habla, ¡bueno y saludable es! Pero la voz de Dios admite ser comprobada en sus siervos.

   Para que nadie presuma, ni atropelle, ni menosprecie. Escuchemos desde arriba la Voz soberana, pero también desde nuestro lado, el eco de esa voz en su pueblo.