MEDITACIÓN CRISTIANA PARA CADA DÍA DEL AÑO

 

6 de julio

 

La Tierra Prometida

 

   El Antiguo Testamento es una rica veta de oro para los estudiosos del Nuevo Testamento. Allí están representados simbólica y tipológicamente los principales hechos y realidades espirituales, con una gran variedad de significados.

    De todos los símbolos y tipos, la Tierra de Canaán es una de las principales. ¿Qué representa? La Tierra Prometida es Cristo, para ser recibido en posesión y disfrutado. Cada palmo de esa Buena Tierra espera por nosotros para que pongamos sobre ella nuestro pie y la hagamos nuestra (Deut. 11:24).

    Las riquezas de Canaán son inefables, y bien ameritan una detallada descripción, tal como la de Deuteronomio 8:7-10. Cada vertiente, cada flor, cada árbol. Cada surco es objeto de la mirada atenta de Dios (Deut. 11:12). ¡Oh, de verdad, Cristo es precioso! Con razón, el salmista podía decir: "Jehová es la porción de mi herencia y de mi copa; Tú sustentas mi suerte. Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos; es hermosa la heredad que me ha tocado" (Salmo 16:5-6).

    Pablo decía: "En quien (en Cristo) están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y el conocimiento" (Col. 2:3). Cristo es la Buena Tierra que esconde tesoros.

    Israel no conquistó, por pereza o por cobardía, toda la tierra que Dios le dio. Que no ocurra así con nosotros respecto a Cristo. Cada vericueto, cada brizna de hierba, cada metro cuadrado (por decirlo así) esconde algún tesoro que espera por nosotros. Ellos no están a la vista, para que no los pisoteen los cerdos. ¡Están escondidos, pero no tanto como para que no puedan ser halladas, si lo pedimos al Padre! Cristo es la Belleza suma, es el Don de Dios, precioso y perfecto.

    Más que el Edén de Adán, más que el Canaán de Israel (las cuales son sólo figura y sombra) es el Cristo de Dios para aquellos a quienes ha sido revelado. Así que, ¡adelante, cristianos! ¡A tomar posesión de la Tierra!

    A cada cristiano le es dada una porción de Cristo. Ningún cristiano particular puede conocerle y disfrutarle enteramente. Tampoco puede expresarle completamente. Una porción es suficiente para el regocijo de cada uno. Pero al juntarnos todos en amor y al compartir lo que de Cristo hemos recibido, vemos a Cristo completo, expresando todas sus inefables gracias en el cuerpo que es la iglesia. ¡Entonces, toda la heredad viene a ser nuestra!

    En Canaán, en Cristo, está el reposo del cristiano. Está el reposo de sus enemigos, y de Amalec, que es, por fin, destruido (Deut. 25:19). Es también el reposo de las obras de la Ley. La carne y sus obras quedan atrás. Ahora entramos al régimen del Espíritu.

    En Cristo está la plenitud y la riqueza suma. En Cristo, y sólo en Él está la perfección – todo en Él es deleitoso. En Cristo somos hallados perfectos. ¡Nada menos que eso ha preparado Dios para los que le aman!